miércoles, 25 de junio de 2008

Obstáculos para los cambios en Cuba

René Vázquez Díaz
Le Monde Diplomatique


Cuando Fidel Castro se enfermó en 2006 no se hicieron realidad ninguno de los escenarios que se habían inventado para una Cuba post Fidel. Los cubanos no se lanzaron a las calles pidiendo venganza. La estabilidad del régimen permaneció intacta. La Revolución mostró que no necesitaba la dirigencia de Fidel para seguir adelante. Raúl Castro se hizo cargo del gobierno y la lealtad de los cubanos sorprendió a muchos ”cubanólogos”. Las muestras callejeras de júbilo sólo se produjeron en Miami. En Cuba se realizó un debate nacional sobre cómo se deben solucionar los problemas viejos y los actuales. La gente criticó a sus dirigentes y sus instituciones en una consulta profunda, que se ha convertido en un proceso permanente. Ya se han tomado algunas medidas; otras van en camino.

La agricultura se está descentralizando. Los campesinos pequeños y las cooperativas pueden adquirir insumos y otros materiales sin la intervención paternalista del Estado. El que tiene dinero puede hospedarse en hoteles que antes estaban reservados a los turistas. Ahora es libre la venta de reproductores de DVDs, ordenadores, motos chinas, microondas y teléfonos celulares. Pronto se podrán vender y comprar autos y casas. La triste y cara ”tarjeta blanca”, imprescindible para poder viajar al extranjero, está en vías de desaparecer de modo que quienes obtengan una visa podrán viajar al extranjero sin restricciones. La Administración será reestructurada. Habrá menos ministerios y menos trabas burocráticas para que la vida del cubano se haga más libre y haya un traspaso de decisión a niveles más cercanos a la base. En el extranjero estas medidas se han interpretado como un intento del régimen por sobrevivir. Creo que en esto hay una doble confusión.

La primera es una ignorancia acerca de la manera calculadora y fría con que el Gobierno cubano suele analizar las cuestiones cruciales, auscultando todo el tiempo a la población, para luego actuar sin titubear. Pero como el sistema cubano desafía las estructuras de poder que imperan en el mundo de hoy, al gobierno de La Habana se le atribuye una proclividad a la improvisación que ellos no tienen. Esto se debe a que se confunde la manera inexorable del régimen de defender la Revolución, con un gusto por las medidas erráticas que es ajeno a las autoridades cubanas.

Esto da pie a reacciones ideológicamente sentimentales que conducen a conclusiones descabelladas. Todas las medidas ”tomadas por Raúl” fueron largamente estudiadas. Durante muchos años se desarrolló la red telefónica gracias a inversiones millonarias y grandes sacrificios, para poder liberar un día la venta de teléfonos celulares. La venta de motocicletas no se habría podido liberar si la crisis de combustible no hubiera sido superada. La segunda confusión consiste en relacionar directamente el alejamiento de Fidel Castro del poder y la supuesta voluntad de cambios de Raúl. Yo sospecho que si la suma de la situación nacional y la global hubiese sido tal que las muy anheladas y necesarias medidas liberalizadoras hubiesen puesto en peligro la seguridad de la Revolución, Raúl Castro se hubiera encerrado en el status quo un tiempo más. Pero Cuba y su entorno atraviesan momentos políticos y económicos favorables.

Por primera vez en cincuenta años el gobierno cubano puede estar seguro de que EE UU no puede inventar un pretexto para invadir a Cuba. La sangrienta guerra de ocupación de Irak y el horror humanitario y jurídico de Guantánamo los ha sumido en un desprestigio universal que no les permite lanzarse a una aventura en Cuba. Una oleada de gobiernos de izquierda, genuinamente preocupados por el bienestar de sus pueblos, recorre a Latinoamérica. China está brindando un sólido apoyo a Cuba, y tanto EE UU como la UE saben que con China no se juega. Venezuela es un correligionario rico en petróleo y conciencia nacionalista. Tampoco se puede jugar con Chávez. El fin de la era Bush se está acercando. Importantes sectores de la élite empresarial norteamericana está presionando en busca de una normalización del comercio con Cuba. EEUU se encuentra en medio de una campaña electoral, y la historia muestra que las elecciones estadounidenses siempre afectan a Cuba. Los cambios ”de Raúl” crean un clima favorable para que al fin EEUU implemente algún tipo de perestroika con respecto a Cuba. En el plano nacional, los peligros brillan por su ausencia. Los disidentes, diseñados desde fuera al estilo de la Europa del Este, carecen de un proyecto de futuro y del apoyo popular. La financiación masiva que reciben del exterior tiene el efecto de desprestigiarlos ante el cubano de a pie.

Decir que ”Cuba es una dictadura” para justificar las sanciones estadounidenses y europeas resulta ridículo en el mundo de hoy. Europa y EE UU dependen de China y venden armas a regímenes brutales donde no se respetan los derechos humanos, como Pakistán, Egipto y Arabia Saudita (donde las mujeres ni siquiera pueden tener licencia de conducir). Los cubanos ven claro la hipocresía (la injusticia) y actúan en consecuencia. Lo que el mundo opulento parece no aceptar es un gobierno socialista en una pequeña isla caribeña, que pone en tela de juicio el sistema imperante en el mundo del capital. EEUU y Europa tienen en su conciencia la costra de los vuelos secretos con prisioneros secuestrados camino de la tortura, y del mismo Guantánamo, enclavado en la misma isla que pretenden liberar.

En este contexto, los obstáculos para una profundización de los cambios en Cuba son los siguientes:

- La Ley Helms Burton, que profundiza el bloqueo, codifica cómo y con quiénes debe realizarse la transición cubana a la democracia y que amenaza con llevar a los tribunales norteamericanos a las corporaciones y a los individuos que inviertan en Cuba. Esta insólita ley, aprobada en el Congreso de un país para ser aplicada en otro mientras amenaza y coacciona a todos los demás países, tiene como objetivo controlar el futuro de Cuba o asfixiarla económicamente.

- La Comisión de ayuda a una Cuba libre, o sea el Plan Bush, que sustituye la legislación cubana por la estadounidense y que contiene un tenebroso anexo que es secreto ”por razones de seguridad nacional”.

- La Ley de ajuste cubano de 1966, según la cual se estimulan las peligrosas salidas ilegales de Cuba hacia EE UU. Entre Latinoamérica y EE UU se construye un muro inexpugnable; en el Estrecho de la Florida se estimula el tráfico de personas.

Una somera comparación entre Cuba y China ofrece una imagen clara de cómo funciona la guerra económica contra Cuba y el por qué de los obstáculos que he enunciado. Supongamos que China estuviera sometida a las siguientes medidas agresivas:

- A los ciudadanos norteamericanos se les prohíbe viajar a China.

- Se prohíbe la venta a China de medicinas y aparatos clínicos con patente norteamericana.

- Se prohíbe por un periodo de seis meses, que los buques de cualquier nacionalidad que atraquen en puertos chinos toquen puertos estadounidenses.

- Se prohíbe a terceros países la venta a China de cualquier mercancía con un 20 % de componentes patentados en EE UU.

- Se le prohíbe a China realizar transacciones en dólares en el mercado internacional.

- EEUU abre un campo de concentración y de tortura en territorio chino.

- El Congreso de EE UU aprueba una ley que estipula detalladamente la manera de derrocar al gobierno chino.

- Se les prohíbe a los representantes de las empresas chinas alojarse en hoteles pertenecientes a cadenas hoteleras estadounidenses, aunque estén en países soberanos como México o Noruega.

- El Gobierno de EEUU crea una Comisión de ayuda para una China Libre.

- EE UU incluye arbitrariamente a China en la lista de países que promueven el terrorismo.

- Bush nombra a un tal Caleb McCarry ”coordinador del Gobierno de Transición chino después de Hu Yintao”.

- Los chinos residentes en EE UU sólo podrán viajar a China cada tres años. También se les restringe la cantidad de dinero que pueden enviar a sus familias en China.

- EEUU aprueba un plan secreto contra China, en caso de estas y otras medidas punitivas no pongan de rodillas al gobierno chino.

Nada de esto se aplica contra China, pero sí contra Cuba y los cubanos. El año que viene, el Partido Comunista de Cuba celebrará un nuevo congreso. ¿Qué nuevas transformaciones de la sociedad cubana se aprobarán? Hay razones suficientes para pensar que tanto los comunistas como el pueblo en general, tendrán en cuenta dos factores que hasta ahora han guiado el desarrollo del país: ningún cubano, y mucho menos ningún extranjero, tiene derecho a interponer su propio lujo ante la vida y el bienestar de otros cubanos. La larga y durísima pelea por alcanzar la soberanía actual no puede ponerse en peligro. La cuestión crucial es si las nuevas generaciones de cubanos están motivadas y decididas a avanzar por ese camino.

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